
Abreu: “Esta guerra de aranceles implica desmantelar todo el sistema multilateral de comercio”

Visto desde la perspectiva de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), el plan arancelario de Donald Trump amenaza con causar estragos en el comercio mundial, con Estados Unidos incluido. Para su secretario general, Sergio Abreu, el 2 de abril de 2025 pasará a la historia como el día en que Estados Unidos desató una guerra comercial con inciertas consecuencias, pero también un nuevo intento de Trump de liquidar las instituciones multilaterales creadas en la posguerra y empujar al mundo a un incierto nuevo orden, que amenaza así los niveles de prosperidad alcanzados en el último medio siglo.
¿Cómo está viendo desde la Aladi esta nueva política arancelaria impuesta por EEUU?
Lo que se está iniciando en el mundo, que ya viene insinuado pero ahora ya en forma más concreta, es un desmantelamiento de todo el sistema multilateral de comercio, es decir, las normas que fueron aprobadas en la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y que eran la garantía del cumplimiento de las obligaciones de los 122 países, ahora 166, aproximadamente, que son miembros.
Esta guerra de aranceles es una ruptura absoluta de las obligaciones y una fragilidad de todo el sistema multilateral en la que van a quedar enfrentados cada país con otro y donde se van a producir desviaciones de comercio de toda naturaleza en una guerra comercial que está planteada precisamente entre las dos grandes potencias hoy que en el mundo están compitiendo, que son Estados Unidos y China.
Todos los demás quedan fuera, pero esta guerra comercial que ya se ha planteado, que va a ser también financiera y obviamente de tecnología, va creando un nuevo mundo, donde los más débiles o los países en vías de desarrollo ya no tienen las normas que tenían antes para defender su comercio, sus accesos al mercado, e inclusive la solución de diferencias que se planteaban en la OMC con un tribunal que ha sido desmantelado hace varios años.
Esto es un nuevo mundo que está definiendo nuevos equilibrios de poder con -obviamente- el surgimiento de China como potencia económica y de Estados Unidos que trata de recurrir al proteccionismo para tratar de recuperar un camino que tiene un gran signo de interrogación.
¿Cuáles estima que serán los efectos en países chicos como el caso de Uruguay?
Bueno, depende del grado de guerra comercial que se plantee, porque a todos los países de América del Sur se les aplicó un 10% de aranceles, depende también de la ubicación geográfica y económica. Uruguay tiene a su socio comercial más importante, China, pero también lo es Estados Unidos, por lo que también hay que ver por ejemplo qué implica esto para las 20.000 toneladas de carne que negoció el Uruguay, que tuve la responsabilidad de hacerlo como canciller para entrar exonerados de cualquier tipo de arancel a Estados Unidos.
¿Se sabe a esta altura si ese cupo va a pasar a pagar 10%?
No se sabe todavía y tenemos que averiguarlo bien. Lo que pasa es que también todos los países, más allá de todos los discursos, reaccionan en forma distinta y por las de ellos. México, por ejemplo, tiene más del 80% de su comercio con los Estados Unidos. De manera que ya está negociando con Norteamérica. Eso de Latinoamérica y todo lo demás se ha quedado por el camino.
Y los que quieren ir a negociar, les llamo la “bazuca arancelaria”, van a negociar a la Unión Europea como lo está haciendo China, que ya lo viene efectuando hace un tiempo, pues ya no es la primera vez que esto sucede, porque la primera presidencia de Trump y la de Biden también tuvieron políticas arancelarias muy restrictivas y unilaterales.
Uruguay en particular es una economía vulnerable, pero no creo que estas negociaciones puedan hacerse en conjunto con los países del Mercosur, por un lado, y por otro lado que los países actúen en forma también solidaria, porque cada uno sabe dónde le aprieta el zapato.
Y cuando el interés prevalece, va a prevalecer la relación bilateral con Estados Unidos, con China, obviamente, pero hoy con el tema arancelario cada día es una novedad que se agrega.
Usted ha dicho que un arancel de 10% para países como el Uruguay tal vez no implicaba una afectación demasiado inquietante, pero lo que sí preocupa es el criterio unilateral de la decisión.
Exacto. Aquí el tema de si son 10, 20, va a depender de cómo manejan su interés comercial los grandes países, pero lo más grave acá es que el sistema de normas, que era multilateral, que tenía incluso un tribunal arbitral y donde los países tenían que atenerse a partir de la finalización de la Ronda Uruguay, ahora está absolutamente en crisis.
Yo estuve días pasados en Ginebra con la directora de la Organización Mundial de Comercio conversando sobre este tema. Si bien la preocupación es muy grande, también es cierto que la reacción de los países más perjudicados, que son los países en vías de desarrollo, no es conjunta ni solidaria. Cada uno está tratando de buscar y acomodarse en función de sus intereses a ver cómo puede solucionar este tema arancelario que recién comienza.
Brasil por ejemplo, ya anunció que activará el mecanismo de reciprocidad económica y va a aplicar contramedidas. ¿Entiende que esta puede ser una solución o una medida razonable?
Brasil va a hacer lo mismo que hace México y que hacen otros países, que puede ser Canadá. Va a negociar. Ya está negociando en los Estados Unidos. Está negociando todos estos temas y tratando de aplicar todo lo que pueda para defender su acceso al mercado. No podemos dejar de mencionar que hoy el principal socio principal comercial de Brasil es China, como también lo es para otros 120 países.
Y también no nos podemos olvidar que China también hace su juego porque está estudiando aplicar una cláusula de salvaguarda a la carne que pueda venir del Mercosur o de América del Sur, para tratar también de hacer sentir sus criterios de imposición al estilo, obviamente, de la República Popular de China. Es decir, esto es una guerra de todos contra todos.
Y la posición de los países chicos como el Uruguay no puede ser otra que tratar de dotar de mayor seguridad jurídica al sistema, de que no haya reacciones como la que tuvimos hace poco, del dumping que le ha aplicado Brasil a la leche a los productores lecheros uruguayos, todos esos temas que cuando el interés prevalece se acaba de alguna manera la solidaridad.
La verdad es que para un país chico, que siempre fue defensor de las normas y de la seguridad jurídica, este es el peor escenario. Para países más pequeños o con otras realidades con economías emergentes, la desviación de comercio que se pueda producir va a agravarse, pero además van a pasar a ser economías sumergidas.
Van a tener un impacto sobre el empleo, sobre la macroeconomía, sobre la inflación en todos los países. Y eso va a ser el nuevo mundo que se está mirando, casi le diría norte-norte.
Curiosamente las medidas no abarcan a países como Rusia. ¿Puede haber un trasfondo más político que comercial?
No. Acá todavía estamos pensando con la cabeza del siglo 20 los problemas del siglo XXI. Y los problemas del siglo XXI están vinculados al mercado, al crecimiento de un imperio distinto como es el imperio de China, que es el principal exportador del mundo. Esto es lo que uno tiene que ver, que ya no es con la cabeza ideológica de la Guerra Fría, sino lo que se tiene que analizar es cómo impacta sobre el empleo y la exclusión social sobre la micro, pequeña y mediana empresa. Si algunos la tienen más desarrollada, otros menos, en la Aladi hay 20 millones, y apenas es 1% que exporta, y eso siendo el continente más desigual del planeta.
Yo siempre digo a todos los que tengan una ideología distinta, yo no sé si lo dijo Marx o Adam Smith, donde no hay hoy inversión, no hay comercio. Donde no hay comercio, no hay empleo. Y donde no hay empleo y no hay trabajo, no hay paz social.
Y depende también de cómo nosotros encaramos estos temas, incluso en la propia región como respuesta a estos problemas de facilitar el comercio entre nosotros, la frontera, el certificado digital, de todo eso que está pendiente.
Entonces, el discurso está muy bien, pero ya el discurso del siglo XX está absolutamente reñido con un mundo nuevo, eh donde la inteligencia artificial crea distintas expresiones, pero sobre todo con el régimen de la competitividad.
Quien es competitivo va a salvar su producción y va a tener que competir ahora sin normas, porque los grandes países van a actuar exclusivamente con sus políticas bilaterales o unilaterales cruzándose entre ellos aranceles y contraaranceles.
¿Esto puede acelerar, por ejemplo, la firma del acuerdo Mercosur-Unión Europea?
Eso es muy probable y muy probable quiere decir que lleve su tiempo, porque recién están en la etapa de las traducciones, después pasa a la Comisión Europea, después pasa al Consejo, después pasa a los parlamentos.
Hay en este momento una oportunidad, digamos, que la propia Europa está viendo, salvo el tema agrícola que como siempre es muy proteccionista, para poder avanzar y tratar de recuperar cierto espacio en la declinación que también está mostrando la Unión Europea en muchos aspectos. Y más allá del tiempo que lleve, creo que es una oportunidad para ir creando una dinámica de comercio, sobre todo el Mercosur, que no ha celebrado ningún acuerdo y ahora va a ser mucho más grave este tema arancelario porque las medidas unilaterales, sobre todo por los países más grandes, van a tener efecto muy importante. Esta es una.
Y la segunda sí es muy importante, los países nuestros tienen oportunidades de facilitar el comercio en los puertos, en las fronteras, los certificados digitales. Todo esa convergencia en materia de normas de restricciones no arancelarias está pendiente y si lo hacen, van a necesitar el comercio para hacer una integración que está quedando solo en el discurso. Y esa es un poco la preocupación que uno tiene. La infraestructura, el desarrollo de toda la conectividad, todo esto que es una visión de geopolítica nueva pero que nosotros estamos todavía en el siglo XX, como digo, no solo en temas de ideas, sino también en temas de relacionamiento. La integración de nuestra región-continente no tiene los instrumentos ni tiene la celeridad que hoy el mundo está imponiendo.
Yo soy un optimista, pero a veces me pregunto si la voluntad política de los países está coincidiendo con esta visión o cada uno está viendo cómo defiende su interés en temas particulares en la guerra arancelaria.
¿Cómo se entiende que estas medidas que toma el gobierno de Estados Unidos puedan terminar afectando a la propia economía de Estados Unidos?
Bueno, esa pregunta es buena, porque esta es una guerra arancelaria, obviamente comercial y también es una guerra financiera.
Y financiera quiere decir, ¿cómo va a repercutir en los temas de endeudamiento, de gasto público o de inflación e incluso eventualmente estancamiento de los Estados Unidos? Porque ese es el gran tema.
Cómo el mundo liberal que se proponía ahora queda reducido a un mundo proteccionista y unilateral en el rescate de una posición global que ya no es la misma, es mucho menos, dada la competencia que tiene con China. Esto es un nacionalismo en el cual el presidente de los Estados Unidos mira hacia adentro. Ahora, también esto es parte de una guerra cambiaria, de los tipos de cambio como ha sufrido Uruguay hace mucho tiempo, cuando devaluó Brasil. Pero también la competencia con China es hoy en la tecnología y en muchos aspectos que son casi del mismo nivel, por eso está el tema de los semiconductores y de las tierras negras y del litio. Nosotros en la región tenemos que estar mirando con un poquito más de actualidad del pensamiento y sobre todo con concreciones que van más allá de las posiciones, que son los instrumentos, porque ni los instrumentos los tenemos funcionando adecuadamente.