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Y la democracia fue una fiesta

Y la democracia fue una fiesta

La democracia es, por naturaleza, un sistema de gobierno que encuentra su legitimidad en la voluntad de los ciudadanos. La esencia de esta voluntad se manifiesta en las elecciones libres y transparentes, procesos donde la sociedad elige, decide y se autodetermina. Sin este pilar fundamental, la democracia pierde sustancia y el Estado de Derecho se debilita.

Uruguay, conocido históricamente como un bastión democrático en América Latina. Debe recordar las lecciones de la historia y del precio que pagó con dolor y muerte durante 12 años de dictadura. Debe reafirmar su compromiso con elecciones transparentes y una democracia plena que no solo garanticen el voto. Sino también los derechos humanos y la libre determinación de su gente.

El filósofo y politólogo Robert Dahl, en su obra La Poliarquía, argumenta que la democracia es, en última instancia, el gobierno de los muchos y, sin mecanismos electorales efectivos, los ciudadanos se ven privados de poder influir en las decisiones políticas. En este contexto, Uruguay tiene una tradición que proteger. Un sistema que durante décadas ha sido ejemplo de participación, pluralismo y respeto a la voluntad popular. Sin embargo, es vital reconocer que esta tradición no debe ser supuesta de antemano; requiere constante fortalecimiento y vigilancia.

La historia y el presente ofrecen claros ejemplos de los riesgos de la erosión democrática. Las democracias empiezan a morir cuando se empiezan a normalizar actitudes autoritarias bajo gobiernos elegidos libremente. Lo que abre la puerta a la erosión de las instituciones y del Estado de Derecho. Esta amenaza existe en todas partes, y Uruguay no es inmune. La democracia es un derecho que exige defensa activa.

Incluso los sistemas más sólidos pueden deteriorarse. Vale recordar, en palabras de la politóloga Adela Reta: “Las instituciones democráticas no se construyen en un día, pero se pueden destruir en muy poco tiempo”.  Es fundamental, entonces, que todos los actores políticos y sociales uruguayos no den nada por sentado. Que comprendan la importancia de proteger las estructuras que garantizan el control y equilibrios necesarios para evitar los abusos de poder.

La democracia plena permite la libre expresión de los ciudadanos, pero además garantiza sus derechos fundamentales. Sin democracia, derechos como la libertad de expresión, la igualdad ante la ley y el acceso a la justicia corren grave riesgo. Los uruguayos debemos ser conscientes de que cada elección es un momento crucial para renovar este pacto social y garantizarlo para las generaciones futuras.

La democracia más vigorosa es frágil y recibe con cada voto una inyección de fortaleza. Hoy el mundo asiste atónito al recrudecimiento de los autoritarismos, a imágenes de guerra y muerte que pensábamos enterradas en un pasado de vergüenza, más que nunca ser militantes de los valores humanos es compromiso de todos los hombres y mujeres de paz.

Celebremos hoy porque desde este pequeño país, al sur de casi todo, nuestro lugar más importante del planeta, la democracia, las elecciones, volvieron a tener su fiesta.

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