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DEMOCRACIA, LA GRAN EQUILIBRISTA

DEMOCRACIA, LA GRAN EQUILIBRISTA

En tiempos de polarización, donde las redes sociales amplifican las voces extremas y los debates públicos se ven empañados por la intolerancia y los agravios personales, es crucial recordar y reafirmar el valor fundamental de la democracia: el respeto a la diversidad de opiniones y la defensa de un diálogo constructivo.

La democracia, en su esencia, no es solo el acto de votar o la existencia de instituciones políticas. Es un sistema que se nutre de la pluralidad, del intercambio de ideas y, sobre todo, de la capacidad de escuchar y comprender al otro, incluso cuando no estamos de acuerdo.

El peligro de caer en la trampa de los agravios personales es claro: el debate se desvirtúa, se centra en desacreditar al adversario en lugar de discutir ideas y, en última instancia, se alimentan las divisiones. Esta dinámica, además de ser estéril, puede tener consecuencias graves para la cohesión social y la estabilidad.

En este sentido, la tolerancia a la discrepancia es una piedra angular de la democracia. No se trata de aceptar todo pasivamente, sino de entender que en una sociedad libre y plural, la diversidad de opiniones es no solo inevitable, sino deseable. La capacidad de mantener un pensamiento equilibrado, que valore las distintas perspectivas y busque puntos de encuentro, es esencial para evitar la radicalización y el extremismo.

El filósofo alemán Jürgen Habermas ha defendido la importancia del «discurso racional» en las sociedades democráticas, un tipo de comunicación donde los participantes se esfuerzan por llegar a un entendimiento mutuo a través de la argumentación racional y respetuosa. Este tipo de interacción es crucial para la legitimidad de las decisiones democráticas, ya que permite que todos se sientan escuchados y valorados.

Sin embargo, en la era digital, donde las redes sociales son el principal espacio de discusión, el riesgo de que prevalezcan los discursos simplistas y polarizantes es alto. Las redes tienden a exacerbar las divisiones políticas y a fomentar la difusión de información sesgada o falsa, lo que socava la calidad del debate público.

Por lo tanto, es imperativo que como ciudadanos, periodistas y líderes de opinión, nos comprometamos a promover un diálogo más equilibrado y respetuoso. Esto implica estar dispuestos a reconsiderar nuestras propias opiniones a la luz de nuevos argumentos o datos.

La democracia no puede florecer en un terreno abonado por la intolerancia y la agresión. Cuidarla  implica mucho más que proteger las instituciones o garantizar elecciones libres; requiere de un espacio de diálogo donde el respeto, la tolerancia y el pensamiento equilibrado sean la norma.

Desde este medio periodístico nos avocamos a la tarea convencidos de aportar nuestro grano de arena en la construcción de nuestra democracia.

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