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Vencedor en mil batallas, perdió la guerra contra el cáncer

Vencedor en mil batallas, perdió la guerra contra el cáncer

Vencedor en mil batallas, Mujica perdió la guerra contra el cáncer. Primero en el esófago, y luego en el hígado. Cuando se comprobó la metástasis, estaba agotado y decidió tirar la toalla. “Me dieron 31 bombazos [de rayos] a las siete de la mañana todos los días», relató a mil periodistas que siempre lo esperaban.

Lo hicieron mierda [al cáncer], pero me dejaron un agujero así”, contaba, dibujando con los dedos un círculo grande como una naranja. Las secuelas del tratamiento le impedían alimentarse y se sentía débil y cansado. Hace tres meses apareció por última vez en público, para el cierre de campaña de su candidato a la presidencia, Yamandú Orsi, quien finalmente ganaría a la derecha en una segunda vuelta celebrada el 24 de noviembre pasado. Mujica estaba durante esos días exultante: dejaba la vara de su legado político en manos jóvenes, a las que invitaba “a vivir con sobriedad, porque cuanto más tenés, menos feliz sos”.

“Me dediqué a cambiar al mundo y no cambié un carajo”

Pepe Mujica fascinó al mundo como un oráculo de la austeridad y la sencillez, una rara avis que al final de sus días lanzaba advertencias con pesimismo, pero sin perder la fe en el hombre. “Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido y le di un sentido a mi vida. Moriré feliz. Gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos y todo lo demás. No importa, no tengo cuentas para cobrar”, afirmó el año pasado a El País de Madrid.

El “torturómetro”

En Mujica, una biografía escrita por Miguel Ángel Campodónico, el expresidente recordaba su paso por los cuarteles, pero sin victimizarse. “Yo no soy afecto a hablar de la tortura y de lo mal que lo pasé. Incluso, me da un poco de bronca porque he visto que a veces ha habido una especie de carrera medida con un ‘torturómetro’.

Gente que se complace en repetir ‘ah, qué mal la pasé”. Sus detractores le recriminan que como presidente no hiciera lo suficiente para enjuiciar a los militares responsables de desapariciones y torturas durante la dictadura.

Mujica respondía que había decidido “no cobrar” la deuda que tenían con él sus carceleros. “En la vida hay heridas que no tienen cura y hay que aprender a seguir viviendo. Yo sé que hay gente que no me va a acompañar, pero opto por una posición más inteligente y menos sentimental.

Por eso no usé el poder para condenar a los milicos [militares]. Si voy a cobrar las que tengo para cobrar… Dios me libre”, afirmó en otra de sus tantas entrevistas. De todas formas, Mujica siempre vio aquellos años como los que más “moldearon” su manera de pensar. “La necesidad de existir lo lleva a uno a pensar y repensar y hacerse preguntas que en la vida cotidiana difícilmente se hagan”, solía decir.

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