Marcel Suárez: “El patrimonio no es un conjunto de piezas inmóviles, sino una construcción viva”
Profesor de Historia, especializado en Historia de Arte y Museología, Marcel Suárez ocupa hoy la dirección de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación (CPCN) a pedido del ministro de Educación y Cultura, José Carlos Mahía, y así lo relata en entrevista exclusiva para El Explorador. Suárez llegó a la Comisión con experiencia en el área artística y una mirada académica sobre la gestión del patrimonio.
“Yo ya venía trabajando como asesor del área artística. Además de haber hecho el profesorado de Historia, me especialicé en Historia del Arte y en Museología. Soy de la única generación que cursó la Tecnicatura Universitaria de Museología en la Facultad de Humanidades y Ciencias”, explica.
Los cometidos de la comisión son asesorar al Poder Ejecutivo en el señalamiento de los bienes a declararse monumentos históricos. A su vez, vela por la conservación de estos y su adecuada promoción tanto dentro de Uruguay como en el exterior. Por otro lado, propone la adquisición de documentos relacionados a la historia del país, sean de carácter histórico, artístico o arqueológico. Por último, cuando se estime conveniente, la Comisión propone modificaciones en el destino de los bienes culturales que integran el acervo de los organismos oficiales en ella representados.
A pesar de tener noción de lo que conlleva el cargo, Suárez comenta que su llegada no está exenta de desafíos. “A veces digo si la aceptación fue acertada o no, porque a pesar de que tenía nociones del funcionamiento, la realidad supera todo lo que uno puede imaginar. Es una unidad ejecutora del Ministerio de Educación y Cultura que abarca todo el país, pero con muy poca gente. Suena el teléfono, llega un mensaje y hacemos lo que está a nuestro alcance”.
Actualmente, la Comisión funciona con un núcleo de 15 personas activas, aunque en la planilla figuran unas 30 o 35, “pero muchas se han jubilado. El Ministerio de Educación y Cultura tiene grandes dificultades de reposición de personal. Se calcula que casi el 48% del personal está en condiciones de jubilarse, y todavía rige el criterio de que por cada tres que se van, entra uno”, señala Suárez.
A la falta de personal se suma un presupuesto “limitadísimo”. Reconoce que las prioridades de este gobierno van en la línea de la pobreza infantil, vivienda digna, seguridad y educación, por lo que “se priorizan políticas sociales y, en ese marco, el patrimonio queda en segundo plano. Pero hacemos lo que podemos, con mucho dolor, porque hay casos que superan nuestras posibilidades de respuesta”.
La ley, la ampliación del concepto y los nuevos patrimonios
La Comisión del Patrimonio está regida por la Ley 14.040, promulgada hace más de medio siglo. “Es una ley que quisiéramos sustituir en este período. Cuando nació, el concepto de patrimonio estaba en proceso de ampliación y hoy ese proceso se ha multiplicado. Ya pasamos del patrimonio cultural material al patrimonio cultural y natural, e incluso al inmaterial”, explica.
Uruguay adhiere a la Convención Internacional de la Unesco sobre Patrimonio Inmaterial, y en ese marco se han desarrollado investigaciones sobre expresiones tan diversas como la payada, la panadería artesanal o el sistema cultural de la lana. “La Comisión aún no cuenta con un departamento formalmente consolidado de patrimonio inmaterial, pero existe, publica e investiga. Lo que buscamos ahora es fortalecerlo, junto con los departamentos de arquitectura, arqueología y restauración”, agrega.
El concepto de patrimonio, según Suárez, está “en permanente ampliación y reformulación”. “Alguien dijo que el patrimonio es la huella que nos dejan las generaciones o los tiempos anteriores. Y no se trata solo de bienes materiales o artísticos, también de paisajes, prácticas culturales, oficios y manifestaciones que antes no se consideraban patrimonio y hoy sí”.
Esa ampliación también implica nuevos desafíos de gestión. “No todos los bienes patrimoniales son del Estado, muchos son privados. Mantenerlos es costoso. Entonces hay que pensar cómo se gestiona cada caso, cómo se conserva sin perder su sentido original”, comenta. Como ejemplo, pone el Palacio Taranco, el cual “no solo vale por su materialidad, sino por el estilo de vida que dio lugar a su construcción, por la historia familiar y social que representa”.
“Nos encontramos con una institución debilitada”
Suárez asumió la dirección de la Comisión en marzo y define su situación actual como “una institución debilitada, pero no por la administración anterior, sino por un proceso de larga duración. Hace al menos 20 años que la Comisión sufre debilitamiento, sobre todo por la falta de renovación del plantel y la escasez de recursos”.
La Comisión, recuerda, debió enfrentar incluso un episodio de estafa interna años atrás, que derivó en sumarios y en la necesidad de rendir cuentas atrasadas. “Eso afectó mucho el funcionamiento. Si no rendimos en tiempo y forma los recursos, al año siguiente tenemos menos. Y eso nos condiciona en todo: desde pagar viáticos hasta reparar la camioneta para hacer inspecciones”.
Frente a ese panorama, uno de los objetivos de Suárez es fortalecer la estructura humana y administrativa. “Logramos incorporar a exdirectoras de arqueología y patrimonio inmaterial, ya jubiladas, como integrantes de la Comisión Honoraria. Eso nos ayuda a mantener la memoria institucional y acompañar el recambio generacional”, agrega.
El equipo que lidera trabaja sobre una extensa lista de casos pendientes, con visitas a sitios de interés patrimonial en todo el país. “En las últimas semanas hemos estado en Cerro Largo, Tacuarembó, Paysandú, Florida, Maldonado, Colonia y Fray Bentos. Mientras unos visitan, otros responden solicitudes. Hay muchísimo por hacer”.
Entre lo material y lo inmaterial: una tensión constante
El director reconoce que la Comisión tiene más experiencia en la gestión del patrimonio material “porque históricamente el concepto de patrimonio nació vinculado a la conservación de edificios”. Pero el desafío actual es equilibrar esa tradición con la salvaguarda de las prácticas culturales vivas.
“Nos falta aprender. Nos basamos en los criterios de la Unesco, pero cada caso nos obliga a reflexionar sobre qué se declara y cómo se protege. No todo puede convertirse en espectáculo o en mercancía. Cuando se declara patrimonio inmaterial, hay que cuidar la autenticidad de la práctica y evitar que la visibilidad la convierta en producto comercial. Se trata de preservar lo que tiene carácter original e identitario”, advierte.
También preocupa el deterioro del patrimonio arqueológico. “Recibimos denuncias permanentes de destrucción de cerritos de indios. Corremos siempre de atrás. Hay sitios con protección y otros sin ella, pero todos corren peligro. Y muchas veces no llegamos a tiempo”, lamenta.
Tecnología, cooperación y futuro
Aunque reconoce limitaciones presupuestales, Suárez ve en la tecnología digital una herramienta clave para el futuro. “En el área arqueológica estamos desarrollando un mapa interactivo con los sitios arqueológicos del país. Parte de la información será pública, para que investigadores, docentes y ciudadanos puedan acceder. También servirá al Estado para tomar decisiones, por ejemplo, sobre permisos de explotación minera”, explica.
El objetivo es avanzar hacia una gestión moderna y transparente del patrimonio. “El potencial de la tecnología digital es inmenso. Tenemos proyectos de digitalización junto a la Biblioteca Nacional, la Universidad de la República, el Centro de Fotografía y el Sodre. Buscamos optimizar recursos y compartir información”, dice.
Suárez representó a Uruguay en el Foro Internacional de Digitalización del Patrimonio en Xi’an, China. Consultado por la experiencia, reconoce que “en cuanto a ideas, no estamos atrasados”, pero “lo que nos falta es una inyección de recursos humanos y tecnológicos. Vi ejemplos muy interesantes, como un proyecto entre instituciones arqueológicas chinas y kenianas para la exploración de sitios con tecnologías no invasivas. Es un modelo de colaboración posible para Uruguay”, comenta.
La arqueología, subraya, “no tiene apuro”. Identifica que “el apuro está en cuidar y no destruir lo que tenemos. Por eso las herramientas de prospección no invasiva son claves: permiten estudiar sin dañar. Lo importante es intervenir cuando sea realmente necesario, de manera metódica y con rigor científico”.
“Hacemos lo que podemos”
El director de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación, Marcel Suárez, reconoce que se encuentran trabajando “con un presupuesto justo y un equipo pequeño” y valora que el compromiso está en cada uno de los funcionarios. “No nos alcanza para todo, pero atendemos, recibimos, coordinamos. Lo importante es mantener abierta la comunicación, fortalecer la institucionalidad y seguir visibilizando el valor del patrimonio”.
Para Suárez, el desafío no es solo conservar edificios u objetos, sino preservar la memoria cultural en su sentido más amplio. “El patrimonio no es un conjunto de piezas inmóviles, sino una construcción viva. Es la huella que nos deja el tiempo y también la que nosotros decidimos dejar a los que vendrán”.
A su vez, considera que la preservación del patrimonio no puede descansar únicamente sobre el Estado. “Todos tenemos que aprender a articular la colaboración”, subraya, convencido de que los actores privados deben comprender que su aporte “no es un acto de filantropía, sino una inversión con retorno”, capaz de generar desarrollo local y orgullo comunitario. Poner en valor un sitio histórico, sostiene, implica dinamizar su entorno, impulsar el turismo, crear empleo y fortalecer la identidad colectiva.
Consciente de las limitaciones presupuestales y del deterioro de algunos bienes emblemáticos, Suárez insiste en que “el cuidado del patrimonio depende de todos nosotros”. Desde quien conserva un inmueble con valor histórico hasta el visitante que decide respetar un muro o un sitio arqueológico. La clave, dice, está en difundir, dialogar y buscar equilibrios entre los intereses públicos y privados, entre la protección y el uso, entre la memoria y la vida contemporánea. “No se trata de congelar el pasado, sino de encontrar formas de hacerlo parte del presente. Para eso, necesitamos tiempo, conciencia y cooperación”, concluye.




